En la Galería Tusó acaba de inaugurar su primera exposicion la pintora Eliana Menassé. Ahora bien, no vale confundirse: primera exposición no quiere decir en este caso exposición de artista novel, sino, y casi diríamos lo contrario, primera presentación a la crítica y al público de una obra muy reflexionadamente elaborada a lo largo de varios años de búsqueda acuciosa y tesonera de los medios interpretativos mas adecuados para explayar un impulso creativo inequívocamente personal.

Margarita Nelken, 1958

Cuando un artista se acerca al mundo que lo rodea y expresa como el primer hombre la sorpresa de lo que ve y experimenta, cuando voltea y los motivos sencillos que la vida cotidiana le ofrece en lugar de acudir a los temas generales, cuando quiere decir las tristezas y los deseos mas elementales con sinceridad humilde, cuando utiliza para expresarse las imágenes que lo circundan, las co sas de todos los días pero vistos con esa sorpresa del primer hombre, que las torna misteriosas y perdurables junto a nuestra vida que pasa inconsciente de ellas, entonces ese artista se vuelve emotivo y su emoción se contagia, se transmuta y su obra gusta. Es entonces cuando nos descubre que la vida cotidiana no es pobre ni en motivo ni en formas y revela a nuestra indiferencia habitual la riqueza que nos rodea. Esa impresión me ha dado la exposición de Eliana Menassé.
Miguel Duhalt Krauss, 1958

Posee facultades para sacarles el máximo provecho. Obra de honestidad absoluta. Una obsesión para resolvere el natural con el mínimo de elementos y con los que suele alcanzar una enorme emoción.
Ceferino Palencia, 1959

Un arte de perfiles inconfundiblemente ancestrales. Un lirismo que no apela a gritos inarmónicos para comunicarse. En EM, por lo directo de sus efusiones, la simplicidad de sus representaciones, el drama fundamental queda diluido en las apariencias que ya no son enemigas. Pero el drama, obsesivo o no, sigue latente y por sí la obra resalta el ambiente que es de la pintora. Realista, pero superior siempre al traslado servil de los espectáculos reales por cuanto, muy lejos de ceñirse a la apariencia primera de éstos, la pintora los utiliza, o si se prefiere, se los apropia, para, merced a ellas, fijar el mundo de reacciones invisibles de su sensibilidad, sensibilidad distintivamente subjetiva.
Margarita Nelken, 1960

Por su parte, Eliana Menassé, otra de las pintoras de ascendencia judaica que no hace mucho han aparecido en el panorama artístico nacional, no recurre a constantes modulaciones de semitonos y contornos delicados. Desde el inicio de su formación, aún en proceso, ha torturado la forma para darle mayor fuerza emocional. Por la sinceridad implorante, los cuadros de Eliana Menassé se hermanan con una de las mas antiguas y arraigadas tradiciones pictóricas de México: los retablos o exvotos populares, retablos que poseen, en este caso, una languidez, un desamparo, un sollozo a sotto voce reconociblemente judaico.
Raquel Tibol, 1961

La verdadera admiración que siempre nos ha causado la obra de esta artista ha surgido en toda ocasión de su emocionada unidad, del proceso de causa y efecto tan homogeneizado, tan perfectamente interdependiente. Se recrea en el color, juega con él, lo toma y lo aprisiona en sus tintas más vivas, lo combina y lo matiza. Su pintura es luminosa y rica, su dibujo sugiere seguridad, firmeza y decisión y es expresiva y elemental.
Enrique Gual, 1962

Bellos e interesantes motivos en los lienzos de la hábil pintora EM.
Ignacio Martínez Expinosa, 1962

EM ha adquirido un concepto cabal de armonía y esquematización del color pero no solamente eso, su composición al simplificar ha ganado en claridad, exaltada con un mejor arrojo en la pincelada y sus texturas.
Jorge Juan Crespo de la Serna

Cuidadosa atención a los valores tonales ha creado una pintura de gran fuerza, seguridad e inevitabilidad. La forma, textura y contenido se unen armoniosamente para producir una obra memorable.
Toby Joysmith, 1964

Buena materia, espesa y entonada, como debe ser; colores gratos, nada detonantes, sino obedientes a un sentido armónico correcto. Creo que es el paisaje donde Eliana Menasse logra mas aciertos. No sólo estan bien pintados, sino que respiran una auténtica poesía bucólica.

Jorge Juan Crespo de la Serna, 1965

Tristeza o no tristeza, desesperación o no desesperación, la obra de esta artista nos llega como un nubarrón que nos envuelve con su dulce poesía. Por mi parte, manifiesto que la emoción experimentada ha sido considerable.
Enrique Gual, 1966

EM no rehúye los géneros tradicionales, pero encuentra en ellos una expresión muy propia. La pintura es densa y su interés persigue lo fugaz y lo diluido en sus paisajes imaginarios.
Alaide Foppa, 1972

Analizando las obras que ahora presenta Eliana Menassé, muy variadas de sentido unas de otras, encontramos un punto común a todas ellas: el virtuosismo en el color. Es decir, maneja una paleta muy amplia, muy rica, muy jugosa, podríamos decir también con un virtuosismo de diva de la pintura.
Pablo González Márquez, 1972

Con Eliana Menassé el expresionismo mexicano nos brinda unos perfiles nuevos. Perfiles principalmente de fondo, o sea brotados de un fondo que amalgama con los impulsos espirituales y estéticos, específicamente mexicanos, los de un judaísmo llegado del Este de Europa e injerto en un ambiente mexicano de la marejada de forzadas emigraciones, pero de muy voluntarias incorporaciones.
Margarita Nelken, El expresionismo mexicano (INBA)

Proyecta vivencia y emoción contenida: una íntima e inagotable emoción en el lienzo con trabajo paciente y depurado.
Juliana González, 1973

La sutil atmósfera de la pintura se presta a cumplir una función evocadora, que es la que mejor identifica a la persona de EM.
Fernández Márquez, 1975

Expresionismo colorido, pero con un colorido tan sutil, tan extraño que escapa a toda clasificación. Lo figurativo está aquí más sugerido que presente.
Edith Desaleux, 1975

Progresivamente, las obras de Eliana Menassé han ganado en contenido trascendente. Con su pintura reciente alcanza el punto álgido de su concepción plástica.
Berta Taracena, 1976

Con inalterable devoción se dedica a conquistar los puntos esenciales del cuadro. Insiste en los paisajes de recomposición arquitectónica fantástica, pueblos y puertos imaginarios, donde brillan nuevas luces de esperanza.
Berta Taracena, 1980

El color, sobre todo, el color sensual y encendido es lo que domina la expresion plastica de Eliana Menassé.
Ella, valga la redundancia, es una pintora; pintora, ya que en su trabajo la estructura compositiva está dada por las masas cromáticas donde se insinúa el dibujo como un bello pretexto para ofrecernos, en la emoción del color, su visión del mundo.
Leticia Ocharán, 1981

La dulzura iconográfica, casi simbólica del simbolismo, casi flguraciones neoexpresionistas de Eliana Menassé.
Josu Iturbe, 1989

La enigmática obra de Eliana Menassé se desarrolla a partir de un invaluable y atinado encuentro con la luz, que por su brillo parece dar directamente a los ojos del observador que se descubre, sin embargo, detrás y a contraluz de los pobladores de la tela, que son los que nos permiten ver la irradiación.

Óscar Urrutia, 1989

Uno de los temas centrales de la obra de esta artista es el abrazo amoroso que refulge en medio de la floración tonal que lo enmarca. Floración que, en cierta manera, construye otra vertiente de las practicadas por la artista: en muchas de sus imágenes el paisaje natural se encuentra presente, si no es que se erige en el motivo principal; y si bien el espectador se topa ante llanos por los que peregrina un río humano, las mas de las veces salta a la vista un tupido follaje o un alud florido. La pintura de Eliana Menassé, figurativa que es, se encuentra lejos de reproducir la realidad circundante: parte de ella, sí, pero la reinventa al organizarla, de acuerdo a un concepto rector dentro de cada uno de esos mundos virtuales: universos en los que la creadora vuelca sensibilidad y deseo para organizar la realidad plástica que procede de sus manos.
Carlos Ocampo, 1990

En Eliana Menassé el color es expresión, y el acto de pintar una liturgia que tiene por objeto alcanzar la luz, crearla materialmente a partir de una sustancia opaca. En sus óleos, entre el vertiginoso desplazamiento cromático emerge una zona donde se concentra la luminosidad que alumbra su entorno y que alcanza inclusive la retina del espectador. Esa luz es la carne misma de la piel desnuda de sus amantes.

Carlos Ocampo, 1991

De gran unidad, nos revela o más bien nos confirma a una artista para quien la pintura es la explosión jubilosa del color por medio de una materia sencilla y amorosamente trabajada.
Antonio Rodríguez, 1991

Su color prismático y sabiamente modulado, unido a una gran capacidad de síntesis, expresan intensamente sus testimonios que están muy lejos de ser simplistas
.
Luis de Antuñiano, 1991

La pintura de Eliana Menassé es luminosa, rica y expresiva y sugiere seguridad y firmeza. La forma, textura y contenido se unen armoniosamente para producir una obra memorable, donde cualquier tema es bueno, desde paisajes de recomposición arquitectónica fantástica hasta poblaciones y ciudades imaginarias, donde nos regala algun rincón nostálgico, donde habitan las tonalidades de la magia.
Adela López Cortés, 2001

En cada cuadro hay una ciudad imaginaria en cuyo interior quisiéramos estar, y estamos, asumiendo, jubilosos, una doble existencia que solamente el gran arte nos puede dar con certeza de ganancia. Figurativa, intimista, nostálgica, Eliana Menassé nos regala a ellas. Podríamos decir que esta hacedora de casas es la arquitecta de nuestros propios y de nuestros ajenos, también propios, destinos.
Roberto López Moreno, 2001

La luz y sombra que envuelven a estas escenas plantean la naturaleza básica del acto más amoroso: como descubriendo a medias, a tientas, que exige dejar algo en la penumbra. Conocer algo hasta sus últimas consecuencias es llevarlo a la pérdida del encanto. La imagen pictórica seguirá existiendo en la medida en que su lenguaje, su discurso temático, trate fragmentos de un todo que no nos es dado a conocer en su totalidad.
José Manuel Springer, 2001

Su pintura es envolvente, tal como si una música secreta latiese debajo del paisaje y sus figuras. Cada cuadro es un poema. Un fluido magnético recorre su pintura cuya composición se desarrolla siguiendo cuatro líneas fundamentales: la gregaria o lúdica, donde se acomodan las reuniones de familia, los ensambles musicales, los carruseles, las ferias, la abigarrada multitud; lo idílico, con escenas de balcón, casas bucólicas, parejas de amantes: lo arquitectónico, que sirve de sostén a las ideas y, por último, lo patético.
Carmen de la Fuente, 2006